miércoles, 31 de octubre de 2007

... un tanto disperso.



Quizás debiese de tener un papel y un bolígrafo en cada momento.
Son eternos los libros que en mi mente escribo. Más que hablares, éstos se tornan en el cuento que suele ser mi rumiante pensar.
Cuando iba en dirección a su casa, para el encuentro de halloween, mi mente hacía un ejercicio. No recuerdo muy bien de que se trataba con exactitud, pero tenía que ver con mi relación “amorosa”. La decisión era clara: terminar con Mi pololo. No recuerdo por qué era, pero sonaba bastante lógica. Y en la sesión de hoy, como que sentí muchas señales al respecto cuando usted mencionó que habían cosas que me impedían seguir. Al escuchar eso, yo lo veía a él. Es sorprendente para mi el como desaparecen mis pensamientos dentro de la nebulosa de impulsos nerviosos que suelen llevar mis historias y relatos internos. Me gustaría tener incorporado una impresora que saque todas las historias de la mente y que me saque esta flojera de agarrar el teclado o un lápiz para comenzar a redactar lo que “mi yo” intenta decir.
Bueno y la historia que tejía entre manos durante mi caminata desde el metro a su casa, era algo como lo que le decía. El fin de mi relación se acerca, y sé que será algo bueno, pero aún así me da miedo.
El comienzo de la cadena de pensamientos vino cuando recordé a que gente yo le atraía, y que gente a mi me gustaba. Recordé lo que yo les inspiraba y lo que ellos me inspiraban. Lo que la gente busca en mi, y lo que yo creo buscar de la vida. Vi la gente que pasaba a mi alrededor, veía sus rostros. Algunas caras de deseo, otras de hambre, y algunas de auxilio. Me sentía casi como en las puertas del infierno, con muertos vivientes alzando sus extremidades para ser cogidos (en el amplio sentido de la palabra) por cualquier gota de vida. Yo, una persona que no suele estar muy a la altura de un representante de la vida, pero si a la altura de un muerto; estaba mirando el espectáculo del otro lado del infierno. Desde la “tierra” percibía sus soledades, sus miserias, y hasta sus necesidades. Sexo, dinero, seguridad, hambre, satisfacción, sentir. Deseos que en parte comparto, pero no busco con tal desesperación.
En ese momento me di cuenta de que me gusta la gente que es así. Las carencias y faltas dentro de mundos ajenos. Personas extrañas deseando cosas que no pertenecen a mi mundo. Desde el mío, suelo cruzar y aferrar la mano que me extienden, caer en el juego y entregar parte de mi alma al circo de los muertos. Cuando me doy cuenta de que poco y nada vale el show, dejo de lado todo deseo y satisfacción, e invito al miedo y al temor. Dejo de lado a “mi amor” y comienzo a cortar la relación. Hay veces, eso sí, que el patrón no se repite. Hay veces que no me acompaña un muerto. Hay veces, las mejores, que en vez de un muerto, el participante es un soñador. Los soñadores suelen ser mucho mejor; pero para ellos soy el cable a tierra, que no solo los bajan de la nube, sino que le destruye toda realidad falsa.
Y así es como me di cuenta de que, en realidad, Mi pololo, es un muerto viviente dentro de mi realidad. Él pertenece al mundo al cual me siento arrastrado cada vez más. No es que él se supere, si no que él me está superando. Él me está superando pues me está bajando.
Es cierto que las cosas caen por su propio peso, pero en esta vida, yo manejo la gravedad y yo soy el que hace que las cosas toquen el suelo. Quizás no tenga la fuerza para hacerlo de inmediato y cada rato, pero sí estoy convencido de que la convicción y la decisión están dentro de mi.
Aún así, con todo lo que me ha sucedido en la vida, no me convenzo de que tengo que terminar con él.
El piscis de mi mente me dice que siga teniendo fe en que las cosas cambiarán y de que en realidad él es la persona de mi vida. Sé también que junto a él mis sueños no se harán realidad, mis anhelos serán solo papeles en mi baúl de recuerdos y que mi vida tendrá más rabia y frustraciones.
Sé que esta relación tiene que terminar. Sé que solo sensaciones buscan en mi. Sé que el adorno del amor es lo que ciega, a mis parejas (no todas claro), a ver que la realidad es más físico que emocional.
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Y lo más importante de todo es que yo no obtengo satisfacción alguna, más que momentánea.
Y la pregunta es: ¿dónde está lo que busco?... y antes de eso: ¿cómo es lo que busco?... y en la prehistoria de mi vida: ¿quién soy, y que quiero?
Quizás haya un zapallo por ahí que sea el adecuado. Naranjo, robusto y dulce. ¿por qué no?

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