
Al leer esta parte del libro, me sentí profundamente identificado con lo siguiente (no sé que pueda significar):
"...Tenía la impresión (Alejo Alejandrovitch) de que, por toda recompensa a su bondad, le habían dejado solo como a un ser ridículo e inútil"
Poniendo en el contexto la frase, lo que sucede, es que la esposa de Alejo, Ana Karenina, se enamoró de otro tipo, y ella lo dejó, a pesar de lo bueno e intachable que siempre ha sido.
"Durante los días que siguieron a la marcha de Ana, Alejo Alejandrovitch continuó recibiendo visitas, despachando con el administrador, asistiendo a las reuniones de la comisión y comiendo en casa como de costumbre. Cuando tenía que contestar alguna pregunta relacionada con los cambios que originaba en la casa la marcha de su esposa, hacía esfuerzos sobrehumanos para aparentar que lo ocurrido no tenía para él importancia alguna ni le había ocasionado la menor sorpresa. Nadie pudo notar en él señal ninguna de desesperación."
La desesperación vino al finalizar ese segundo día. Esto, pues llegó un empleado de una tienda de modas a cobrarle una cuenta que no se pagó. La pregunta del dependiente de la tienda, de si es que él sabía el paradero de su esposa, lo hizo entrar en angustia. Luego se fue el señor de la tienda sin obtener respuesta.
"Cuando quedó solo, Karenina (Alejo) comprendió que ya no tenía fuerzas para continuar la farsa de firmeza y tranquilidad que estaba representando."
"Se sentía impotente para soportar la crueldad y el desprecio que había percibido en el semblante del empleado de la casa de modas, en el de Cornei (servidumbre de Alejo) y en el de todas las personas que había visto durante los últimos días. comprendía que no podría librarse de este odio ajeno, un odio no motivado por su maldad (de ser así, habría procurado corregirse), sino por su desgracia, por aquella desgracia cruel y humillante que le afligía. Sabía que todos serían implacables con él porque tenía el corazón destrozado; que le despedazarían como despedazan los perros al que está herido, insensibles a sus aullidos de dolor. Estaba convencido de que la única posibilidad de salvarse era ocultar a la gente sus heridas, y esto era lo que había hecho durante dos días; pero ahora ya no tenía fuerzas para seguir sosteniendo una lucha tan difícil.
La soledad acrecentaba su desesperación. Ni en San Petersburgo ni en ninguna otra parte tenía un amigo al que poder confiar sus tribulaciones, un amigo que le compadeciera como se compadece a un hombre que sufre y no como a un alto empleado o como a un simple miembro de la sociedad.
Alejo Alejandrovitch había quedado huérfano siendo niño. Tenía un hermano. Ninguno de los dos recordaba a su padre, y su madre había muerto cuando Alejo tenía diez años..."
Podría homologar, la penosa vida de ese hombre con la mía. Quizás solo un poco.
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