domingo, 23 de marzo de 2008

viaje


Que sentido ha tomado mi vida. Ahora más ocupado de lo habitual, en mi mente vivo y me refugio. Mi mundo me estimula y la libertad me invita a respirar un aire más ligero.
Hace poco llegué a casa. Fui con mi madre a la feria, acá cerca de casa. Los olores, colores y hombres de anchas espaldas me llenaron de la energía ambiental de la feria. Personas que parecen no tener más preocupaciones que ser buenos vendedores. Me parece tan agradable esta feria que se pone por acá. Hasta los vendedores son lindos. El de los melones, el de las ciruelas y el de las peras. Cuerpos nutridos de frutas y verduras, que sonríen y se ofrecen a cada comprador.
No sé si andaré como una esponja por la vida, pero he quedado totalmente impregnado y saturado de sus energías. Gente que se mueve y mueve a gente. Gente que vende el combustible que yo consumo. Gente que tienta a gente con sus productos, con aromas a frescura, vida y mar. Que lindo viaje me resultó el captar tantas esencias, tantos colores y tal ambiente de seguridad. Me sentí perteneciente a la feria. Me sentía tan acogido como cuándo me sentí perteneciente a la universidad y encajado en la carrera que estudio. Una extraña sensación para algo tan distinto.
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1 comentario:

Carlos Ochoa Quezada dijo...

viajar le hace bien a la gente, le ayuda a darse cuenta de que el suyo no es el único mundo en el que pueden sentirse cómodos.